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Hemos examinado las diversas fases de que se compone el sistema de operaciones poscosecha de determinados productos agrícolas.
Pero nuestro estudio no sería completo sin algunas indicaciones sobre la comercialización de esos productos.
Al afrontar la problemática de la preparación de las ventas, se ha querido poner de manifiesto la importancia de la calidad y del embalaje de los productos para su comercialización.
La venta de los productos está generalmente subordinada a los equilibrios establecidos por las leyes económicas de la oferta y la demanda.
Así, la venta de los productos debe realizarse de manera que queden plenamente satisfechas las exigencias tanto de vendedores como de compradores.
Los vendedores, y en particular si son los propios productores, piden que se les reconozca "el justo precio", sobre todo en relación con los costos de producción, mientras que los compradores aceptan pagar "el justo precio" a condición de que el producto corresponda a sus necesidades tecnológicas o comerciales.
En el plano cualitativo, tales necesidades pueden variar y pueden ser evaluadas de modo distinto por los compradores potenciales.
Los responsables de los organismos de almacenamiento, por ejemplo, tienen particularmente en cuenta el estado de los granos, con miras a garantizar una conservación buena y duradera de los productos, mientras que los responsables de las industrias de transformación valoran muy particularmente su calidad tecnológica, en función de los productos finales que quieren obtener (aceites, harinas, etc.).
Los comerciantes, y sobre todo los consumidores, consideran ante todo el aspecto, el olor y el gusto de los productos.
De hecho, la calidad de los productos en el momento de la venta depende principalmente de los factores siguientes:
Contenido de humedad
Si el contenido de humedad de los granos es elevado, ello implica, como ya hemos indicado, un aumento de los riesgos de pérdidas por aparición de insectos y moho durante el almacenamiento.
En particular los mohos, aparte de que modifican el olor, el gusto y el color de los granos, pueden hacer que los productos no sean ya aptos para el consumo humano o animal, a causa de la producción de sustancias tóxicas peligrosas (micotoxinas).
Aparte de estos aspectos técnicos, existen factores económicos que intervienen en el precio de los productos que se venden húmedos.
Unos granos húmedos pueden continuar secándose mientras están almacenados, con la consiguiente pérdida de peso que se traduce necesariamente en una pérdida monetaria en las transacciones comerciales sucesivas.
Es pues necesario establecer en las ventas precios diferenciados según el contenido de humedad de los productos, tanto para reconocer los esfuerzos de los que venden y para incitarles a efectuar mejor el secado de los productos como para ofrecer una garantía a los compradores.
Adulteración y contaminación
Hay que considerar como una adulteración del producto toda presencia de cuerpos extraños (arena, piedras, tallos, hojas, etc.) debida tanto a causas accidentales como a actos deliberados y fraudulentos.
La presencia de impurezas no sólo influye negativamente sobre la calidad y la buena conservación de los productos, sino que puede provocar además sorpresas desagradables en el plano económico, en la medida en que las impurezas se compran al precio del grano.
Para garantizar los intereses de los compradores y para alentar a los que venden a proceder a una limpieza cuidadosa de los productos antes de venderlos, es preciso establecer precios diferenciados según la tasa de impurezas de los lotes.
Evidentemente esto sólo es posible con normas precisas que establezcan los límites de aceptación y las eventuales reducciones de precios aplicables, en función de la tasa de impurezas mezcladas con los productos.
Deben fijarse y aplicarse además normas para establecer los límites de comercialización de los productos eventualmente contaminados; precisemos que por contaminación se entiende la presencia de residuos de sustancias indeseables que se han encontrado en contacto con los productos y han alterado el olor o el gusto de éstos o han provocado su toxicidad (por ejemplo, insecticidas).
Infestación
En el momento de la compra, los productos deberían estar completamente libres de toda forma de infestación por insectos.
La presencia de éstos, en efecto, puede tener graves consecuencias para la conservación de los productos.
Pérdidas de peso, pérdidas de elementos nutritivos, mal gusto o niel olor, no son sino algunos de los efectos nefastos provocados por la presencia de insectos. Lamentablemente su acción con frecuencia invisible.
En el momento de la compra, es pues necesario efectuar un control cuidadoso y a fondo para detectar toda forma o huella de infestación.
Para que se desarrollen correctamente las transacciones comerciales y para que queden enteramente satisfechos tanto los vendedores como los compradores, es conveniente establecer normas legales, realistas y prácticas, que fijen de manera clara la calidad de los productos, las modalidades de verificaciónn y los criterios de comercialización.
La aplicación de tales normas estará evidentemente condicionada por el grado de preparación del personal encargado de los controles y por la disponibilidad de instrumental especifico.
En el plano del comercio exterior, y a falta de normas internacionales precisas, es útil prever la aplicación de las que estén en vigor en los países hacia los que se dirigen las exportaciones.
En el plano del comercio interior, en cambio, cada país puede presentar normas fundamentalmente diferentes. Ello puede deberse a las particularidades de los productos agrícolas, al margen de los hábitos alimentarios específicos de las poblaciones.
De todos modos, las normas deberían tomar en consideración los factores siguientes:
Sería igualmente conveniente que en el marco de estas normas se tengan en cuenta las normalizaciones de los embalajes de los productos.
El deterioro y las pérdidas de productos durante el transporte y el almacenamiento dependen de una serie de factores físicos, químicos, biológicos y humanos.
Un embalaje adecuado contribuye en gran medida a la disminución de esas pérdidas, sobre todo en las regiones tropicales, en las que las condiciones climáticas aumentan considerablemente los riesgos de deterioro de los granos.
Las principales funciones del embalaje de los productos son las siguientes:
Existen diferentes tipos de embalaje para los productos agrícolas, adaptados a la naturaleza del producto y al sistema de comercialización.
En cuanto a los granos, se utilizan esencialmente los sacos, tejidos con fibras vegetales o artificiales.
En la medida de lo posible, tales fibras deben permitir la fabricación de sacos de costo moderado sin dejar de garantizar las funciones antes descritas.
La elección del tipo de saco debe hacerse teniendo en cuenta no sólo su resistencia mecánica y su resistencia a la acción de la humedad, del sol y de los animales dañinos, sino también el tipo de manipulación previsto.
Sacos de fibras vegetales
Las fibras vegetales utilizadas para la fabricación de sacos son el yute, el algodón y el sisal.
El saco de yute es el más utilizado en el mundo; en efecto, reúne las cualidades de una buena capacidad de resistencia y un costo relativamente moderado.
Puede ser reutilizado varias veces, ya que posee una buena resistencia mecánica que reduce los riesgos de desgarraduras; además, protege eficazmente a los granos contra la acción del sol.
La contrapartida es que se trata de una fibra relativamente pesada cuya textura no es adecuada para el embalaje de granos de pequeñas dimensiones.
Por otra parte, el yute absorbe fácilmente la humedad y ofrece poca resistencia a los ataques de insectos y roedores.
Para paliar parcialmente los inconvenientes que trae la penetración de la humedad, pueden forrarse los sacos con material plástico, o bien recubrirlos con lonas impermeables.
La manipulación de los sacos de yute es fácil, pues se trata de una materia poco resbaladiza; es posible, por lo tanto, levantar pilas de una altura relativamente importante.
El saco de algodón se utiliza todavía para el embalaje de productos que al ser transformados han adquirido un cierto valor añadido, como las harinas o el azúcar.
En efecto, sus características son prácticamente las mismas que las del yute, salvo que el saco de algodón es más ligero, más difícil de coser, y de un costo relativamente mayor.
El saco de sisal, más áspero que los demás sacos de fibras vegetales, apenas se utiliza ya fuera de los paises que producen esta fibra (México, Brasil y ciertos países africanos).
Sus características son comparables a las de los sacos de yute.
Los sacos de papel son más vulnerables y de una manipulación más delicada. Ofrecen muy poca protección contra la humedad y los insectos, por lo que deben almacenarse en buenas condiciones.
Se utilizan en particular para el embalaje de semillas.
Otras fibras vegetales, cáñamo y lino, no se utilizan ya prácticamente para la fabricación de sacos de embalaje, a causa de sus costos demasiado elevados.
Sacos de fibras plásticas
Estos sacos pueden fabricarse enteramente de materia plástica (polipropileno) o presentar un tejido mixto (fibra vegetal y fibra plástica).
Actualmente está muy generalizado para el embalaje de granos el uso de sacos de polipropileno, que compiten fuertemente con los sacos tradicionales de yute.
Estos sacos ofrecen la ventaja de ser muy resistentes, imputrescibles e impermeables a los cuerpos grasos.
Sin embargo, deben recibir un tratamiento para resistir a la acción del sol, ya que el polipropileno sufre una degradación por efecto de la luz. Bien tratado, un saco de polipropileno puede reutilizarse durante 6 a 12 meses. Su costo, por otra parte, es más elevado que el de los sacos de yute.
Su manipulación resulta más difícil, pues se trata de una fibra muy resbaladiza, que no permite levantar pilas de altura importante.
Tamaño de los sacos
La capacidad de los sacos es generalmente de 50 kg (100 x 55 cm, o 100 x 60 cm), sean de fibras vegetales o de fibras plásticas.
Sin embargo en ciertos países esta capacidad puede llegar hasta cerca de 100 kg. lo que hace poco cómodas las operaciones de manipulación.
Parece pues conveniente, para facilitar las operaciones de recepción y suministro de granos en sacos, una normalización de las capacidades y los tamaños de estos embalajes.
GRANOS | PESOS
NORMALES DE LOS SACOS |
Arroz cáscara | 64 kg |
Arroz elaborado | 45-100 kg |
Maíz, sorgo, frijoles, trigo, mijo | 90 kg |
Maní en vainas | 29-45 kg |
Maní descascarado | 74-84 kg |
Soja | 65 kg |
Algodón en grano | 50 kg |
Cacao en grano | 60-90 kg |
Café en grano | 60-65 kg |
Harinas | 45kg |
A titulo indicativo, presentamos en el cuadro los pesos que se consideran normales para los sacos de diversos productos.
El transporte interviene generalmente en el paso de una fase a otra de] sistema de operaciones poscosecha.
Las operaciones de transporte, de tipo tradicional o efectuadas con ayuda de vehículos motorizados, son necesarias por ejemplo para el traslado de las producciones agrícolas:
En muchas partes del mundo, los agricultores y los campesinos viven lejos de cualquier carretera por la que los granos puedan transportarse hacia los lugares de recogida, almacenamiento y comercialización.
Los productos se llevan entonces con frecuencia en pequeñas cantidades por caminos muy malos o senderos. El tiempo de transporte es así considerable y el costo por unidad de producto transportado es elevado, lo que supone una reducción sustancial de los ingresos y no estimula a los productores para aumentar su producción.
En efecto, para que crezca la producción es preciso no sólo que los pequeños agricultores desarrollen estructuras de almacenamiento, sino también que la red vial loca] se reajuste en función de las necesidades del transporte de los productos.
Para paliar estos inconvenientes, sería necesario mejorar la red de carreteras de manera que pudiese desarrollarse un sistema de transporte en pequeña escala, en correspondencia con las necesidades de las zonas de producción más remotas.
Cuando la red de carreteras está poco desarrollada y la agricultura es de tipo tradicional, los productos se transportan generalmente por hombres a pie o a lomo de asno, de camello o de caballo; el buey se utiliza más bien como animal de tracción.
Cuando es posible, se recurre a camionetas, autobuses y taxis para transportar los productos hasta los lugares de recogida, almacenamiento o comercialización.
Cuando lo esencial del transporte está a cargo de hombres y animales, no es raro que los agricultores tengan que recorrer hasta 30 6 40 km para llevar sus granos a los lugares de recogida, almacenamiento o comercialización.
Existe a menudo un sistema de alquiler (animales, camionetas) cuyas tarifas varían en función de la estación, del estado de los caminos y de la distancia.
En los lugares en que se han hecho esfuerzos por popularizar el uso de carretas tiradas por bueyes y de simples carretillas, se observa que estas iniciativas encuentran cierto éxito en caso de que ese material pueda ser fácilmente construido por los artesanos locales. En cambio, cuando ciertas piezas de importación (ejes, ruedas, etc.) no pueden repararse localmente, estos esfuerzos se saldan en un fracaso.
En cuanto al transporte en vehículos de carretera, los tractores con remolques se utilizan generalmente en el campo, mientras que en la carretera los productos se transportan en camiones de capacidad variable.
No ha sido posible una normalización de las dimensiones y las capacidades de los camiones, en vista de la variabilidad de exigencias de transporte y del número de firmas que construyen y acondicionan este tipo de vehículos.
Dicho esto, cuando la infraestructura vial lo permite y la organización del almacenamiento y de la comercialización lo requiere, se tiende a utilizar grandes camiones de transporte con capacidad de algunas decenas de toneladas y con caja basculante.
Compra o alquiler de camiones
La elección entre estas dos posibilidades debe realizarse sobre la base de un análisis de las necesidades, es decir de una estimación de las cantidades que se han de transportar y del tipo y número de vehículos necesarios, según las características de los recorridos y la frecuencia de los desplazamientos.
La opción por el alquiler ofrece por una parte diversas ventajas:
Por otra parte, la otra opción tiene también aspectos positivos:
Sin embargo, parece de todas maneras que el alquiler es el medio más económico y sencillo.
Si, a pesar de todo, se estima que la compra del vehículo es la solución más apropiada para resolver el problema del transporte, se trata entonces de escoger por una parte el vehículo que se adapte mejor a la situación mejor relación calidad-precio, y por otra parte de encontrar el medio más económico de financiar o de realizar esa compra.
Para escoger el tipo de vehículo, es necesario en primer lugar definir sus funciones específicas, y en consecuencia las características deseadas: su capacidad de carga en función del peso y el volumen de los productos transportados, su modelo en función del tipo de productos, y sus características técnicas (vehículo todo terreno, por ejemplo) en función del estado de los caminos.
Es evidentemente más económico pagar al contado la compra de un vehículo, pero existen también varias posibilidades de créditos reembolsables por letras de cambio negociables con los bancos, lo que puede permitir la compra simultánea de varios vehículos necesarios para el transporte de los productos, más bien que un solo vehículo pagado al contado.
No hay que desdeñar tampoco la posibilidad de comprar un vehículo de ocasión, en todo caso con una garantía del vendedor por cierto período.
En cualquier caso, es necesario concebir la compra de un vehículo no como una operación aislada, sino en el marco de una programación global del sistema de producción y distribución de los productos.
Programación del transporte por carretera
El sistema de transporte debe ser tan económico y eficaz como sea posible. Ello supone una planificaciónn rigurosa de la utilización de los vehículos, en función de las prioridades de transporte de ciertos productos, del respeto de ciertos horarios y de la disponibilidad de personal.
Señalemos que es conveniente dar cierta flexibilidad al programa fijado, para salir al paso de posibles imprevistos.
Conviene que una persona esté claramente encargada de esta planificación: a ella podrán dirigir los conductores o transportistas sus sugerencias y peticiones para mejorar la programación inicial.
Para una buena planificaciónn de los transportes, hay que tener en cuenta la situación de los puntos de recogida, de los centros de transformación y almacenamiento y de los lugares de comercialización, así como las distancias que los separan y las cantidades de productos que han de cargarse o descargarse en cada punto.
Habrá que preparar por otra parte, para los conductores, un plano de las carreteras que han de seguir, de manera que se reduzcan las distancias y para calcular con la mayor precisión posible los tiempos de transporte.
Esto tiene mayor importancia cuando se trata de recoger las cosechas, para evitar los robos o los deterioros de los productos en espera de ser transportados a los centros de almacenamiento.
Mantenimiento de los vehículos
Como cualquier otro tipo de gestión, el mantenimiento de los vehículos aspira a un justo equilibrio entre dos extremos: dejarlos en el garaje durante las jornadas de trabajo, y no ocuparse de su mantenimiento para no perder jornadas de trabajo.
De hecho, hay que tener presentes tanto los aspectos técnicos como los económicos del problema.
El mantenimiento, en efecto, tiene por objeto conservar los vehículos en buen estado, reducir en lo posible las posibilidades de averías mecánicas, reducir los costos de utilización y prolongar al máximo la vida de los vehículos.
Hay que distinguir dos tipos de mantenimiento: el de tipo corriente, que consiste en un control regular del estado de los vehículos, y el de urgencia, cuando es necesaria una reparación imprevista.
Costos del transporte por carretera
A menudo se tiende a reducir al costo del carburante la totalidad de los costos de transporte.
En realidad, éste no es sino un costo adicional y una pequeña parte del costo total. El costo total se compone de costos fijos, a saber los relativos a la documentación del vehículo y eventualmente al salario del conductor, más los costos añadidos de utilización (carburante, aceite y mantenimiento en general).
A este conjunto es preciso añadir el costo de depreciación del vehículo, que aumenta en función de su edad.
Nótese por otra parte que mientras los costos de utilización varían en función de las distancias recorridas, de los salarios ofrecidos y del manejo mismo de los vehículos, los costos fijos en cambio son invariables.
En cuanto al costo de depreciación, depende tanto del mercado como de la utilización más o menos intensiva del vehículo.
Se trata pues, para tener una idea precisa de los costos de transporte en una situación determinada, de hacer una estimación sistemática de los costos del vehículo por tonelada o por quintal de producto transportado, teniendo en cuenta los elementos enunciados. Conviene repetir esta estimación por lo menos anualmente.
Debe hacerse un análisis de los costos de transporte en el momento de optar entre la compra o el alquiler de vehículos.
Pérdidas
Los costos de transporte contribuyen en gran medida al precio de venta de un producto. Hay que reducir al mínimo, por consiguiente, las pérdidas durante las operaciones de transporte.
Se entiende por pérdida la diferencia de peso entre la cantidad cargada y la descargada.
Pero a esta pérdida cuantitativa viene a añadirse la pérdida cualitativa, cuando el producto experimenta alteraciones durante el transporte.
Hay que procurar pues disminuir el tiempo de transporte sin dejar de realizar un servicio eficaz preservando el estado de los productos.
Las pérdidas cualitativas y cuantitativas pueden deberse a varios factores.
Unos sacos zarandeados en las operaciones de carga o descarga pueden desgarrarse, provocando fugas de productos durante el transporte.
Una velocidad excesiva o un vehículo en mal estado pueden provocar también fugas de productos.
En determinadas condiciones climáticas (estación de lluvias, por ejemplo), los productos pueden deteriorarse cuando se transportan sin protección.
Si los cargamentos se dejan sin vigilancia, puede haber riesgo de hurtos o robos.
Pueden darse varias soluciones al problema de las pérdidas, tanto en los propios vehículos como en lo que se refiere al manejo de los productos.
Los vehículos parcialmente abiertos deben ser provistos de un techo sobre armadura, con lonas a los lados que puedan enrollarse o retirarse, de manera que, por una parte, puedan proteger contra la lluvia y, por otra, permitan una ventilación correcta si se trata de productos húmedos.
Aunque la estructura y las condiciones de los vehículos constituyan factores importantes en el transporte de los productos, es igualmente importante prestar una atención particular a las operaciones de manejo de los productos.
Al cargar y descargar los vehículos, hay que utilizar en la medida de lo posible carretillas y elevadores para reducir las manipulaciones.
Hay que cuidar de que la carga y la estiba de los sacos en los vehículos se realicen correctamente, evitando el aplastamiento de las capas inferiores y disponiéndolos sobre tarimas de carga para que pueda circular el aire. El cuidado que hay que poner en estas operaciones depende de la naturaleza del producto y de su grado de humedad.
Si la carga debe distribuirse entre varios destinos, los sacos deben cargarse en el orden inverso al que se seguirá en la descarga (el último saco cargado será el primero descargado).
En muchos países, gran cantidad de productos se transportan también por ferrocarril.
Este medio de transporte tiene la ventaja de ser en general más barato que el transporte por carretera.
Su inconveniente principal radica en que requiere casi siempre una operación complementaria de transporte a la salida o a la llegada, a diferencia del trasporte en camiones que ofrece un servicio "de puerta a puerta".
Para grandes distancias, cuando las infraestructuras lo permiten, es generalmente preferible transportar los cereales por ferrocarril o por vía marítima o fluvial.