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El fuerte aumento en el poder adquisitivo de los consumidores y en la demanda efectiva de carne, la afluencia de mano de obra extranjera, y la limitada capacidad interna de producción ganadera han convertido a la Península Arábiga en un potente imán para las importaciones de carne y ganado. En los años 1960, el mercado de carne de gran calidad era limitado, con suministros al personal de la industria petrolera. Se registraba también una marcada demanda estacional de cabras y ovejas en la época de la hadj, la peregrinación musulmana anual a La Meca. En 1978, esta demanda de importación había alcanzado las 400 000 toneladas anuales de equivalente en carne. Una tercera parte de esta demanda se cubría con animales vivos para los que había una gran preferencia entre la población indígena. El 50 por ciento de la demanda correspondía a carne congelada de aves, el tipo de carne congelada que tuvo más amplia aceptación en toda la población. Las aves de corral procedían de Europa oriental y occidental, América del Norte y Australia. El bajo precio (que promediaba unos 2 dólares por kg al por mayor en 1978, frente a 3,50 dólares para la carne refrigerada/congelada y más de 5 dólares para la carne fresca), la calidad estable según la marca, embalaje higiénico en plástico y garantía impresa de fecha de matanza según la ley islámica, son todos factores que han contribuido a ese notable resultado. Una quinta parte de la demanda de importación era de carne roja refrigerada y congelada. La carne congelada de Australia y la de cabra, oveja y búfalo refrigerada y congelada procedente de la India eran consumidas preferentemente por los trabajadores extranjeros. De Australia se traían también ovejas vivas en cantidad, en barcos equipados especialmente para ese transporte (véase Cuadro 6.4). Sin embargo, los consumidores árabes no aprecian la distribución de grasa en sus canales, prefieren la grasa de las colas o caderas del ganado ovino local y del Africa oriental.
Nueva competencia en los mercados tradicionales.
Repercusiones de la restricción de los mercados.
Las posibilidades de los países en desarrollo vecinos, con importantes recursos ganaderos, de beneficiarse de este rico mercado ha constituido una preocupación constante para sus gobiernos. Los tres principales países africanos con fácil acceso al Cercano Oriente-Somalia, Sudán y Etiopía-suministraron en 1978 ganado por el equivalente de 41 000, 11 500 y 2 800 toneladas de carne en canal, respectivamente. Estas exportaciones se han convertido en una fuente importante de ingresos para Somalia, pero todavía podrían ser mayores. Para Etiopía, Sudán y Kenya, se trata de un potencial apenas explotado.
El obstáculo principal de los paises del Africa occidental para expandir sus exportaciones ganaderas de forma regular es la vulnerabilidad de sus pastizales a las repetidas sequías graves. La falta de piensos y de agua puede inducir a los pastores de dehesas a llevar de una vez al mercado grandes cantidades de reses, en condiciones deficientes. Las consiguientes reducciones en los suministros pueden inducir a los gobiernos a prohibir las exportaciones para mantener bajos los precios al consumidor interno. Se trata de fluctuacio nes en calidad y cantidad que contrastan desfavorablemente, por ejemplo, con el movimiento constante de pollos congelados. Estos proceden de una base mucho más amplia de suministros, se producen para los mercados internos y se nutren con alimentos de muchas procedencias.
CUADRO 6.4. Fuentes de suministros de carne: Península Arábiga, 1978
Fuente de suministro | Carne fresca | Carne roja refrigerada y congelada | Aves de corral |
equivalente en canal (toneladas) |
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Producción interna | 157 000 | - | - |
Otros países del Cercano Oriente | 2 000 | 2 200 | - |
Etiopía | 2 800 | - | - |
Somalia | 41 600 | - | - |
Sudán | 11 500 | - | - |
Africa oriental | - | 1 200 | - |
India | 4 800 | 15100 | - |
China | - | 1000 | - |
Australia | 35 300 | 33 800 | 9 400 |
Europa oriental | 2 200 | 8 800 | |
Europa occidental | - | ||
América del Norte | - | 13 700 | 178 600 |
Por lo general, hay un mercado abierto exento de derechos de importación para el ganado y la carne que entra en la Península Arábiga. Muchos de los países productores de petróleo subvencionan el precio de la carne para mantener bajo el costo de vida. Sólo la República Arabe del Yemen, que cuenta con una importante producción ganadera propia, grava las importaciones de ganado. Al no aplicarse este trato a las importaciones de carne, había una discriminación contra los países de Africa oriental, cuya fuerza competitiva está en los animales vivos. La reglamentación aplicable a la manipulación del ganado que llega al puerto de Jedda-el mayor punto de llegada de ganado del mundo-parecía también poco objetiva para los proveedores africanos. Correspondía a las condiciones de los envíos australianos, pero el 80 por ciento de las llegadas a Jedda procedían del Africa oriental. Los métodos actuales de envío son adaptaciones de bajo costo a las necesidades específicas de los animales, distancias, y condiciones climáticas y marítimas correspondientes.
Cuando la moneda de un país tiene un valor menor en los mercados exteriores que su tasa oficial de cambio, existe un incentivo constante para que los exportadores notifiquen precios de venta inferiores a los realmente percibidos. Pueden entonces retener el resto en otra moneda. En 1978, todos los países de Africa oriental se preocupaban de controlar las fugas de divisas. Los gobiernos de Somalia y Sudán aplicaron precios oficiales mínimos para las exportaciones de ganado y carne; es decir, el precio contractual estipulado en una carta de crédito no podía ser inferior a ese precio mínimo. Los precios fijados en Somalia permitían un mayor margen a los exportadores para emplear moneda fuerte árabe en la importación de bienes de consumo, especialmente los solicitados por ganaderos nómadas. Esto contribuyó indudablemente a los buenos resultados de las exportaciones del país.
Las prohibiciones gubernamentales periódicas sobre exportaciones del Sudán, y con carácter permanente de Kenya, para mantener bajos los precios al consumidor interno tuvieron efectos perjudiciales en las exportaciones. El alto impuesto sudanés del 25 por ciento a las exportaciones de ganado constituyó un disuasivo constante.
Para el Sudán, las dificultades de transporte entre Jartúm y Puerto Sudán suponían graves pérdidas en divisas debido a los aumentos de la mortalidad del ganado, los costos de alimentación, las enfermedades y el deterioro de la calidad, así como la pérdida de oportunidades comerciales. En una ocasión llegaron a acumularse 45 000 ovejas en el recinto de cuarentena de Kadero en espera de su transporte en tren hasta Puerto Sudán. Para mejorar la situación, se propuso establecer trenes especiales para recoger el ganado procedente del oeste y sur del país. Los vagones de ganado enganchados a un tren común de carga muchas veces no recibían la atención debida. Los trenes especiales circularían hasta su destino, procediéndose en ellos a alimentar y abrevar debidamente los animales. Quedaba todavía por ver si los comerciantes harían suficiente uso del servicio para cubrir los costos generales.
Desde luego hacían falta obras de mejora en la capacidad portuaria de la parte central y oriental de la costa norte de Somalia, donde los envíos se limitaban a un pequeño número de cabezas y en condiciones de mar calmo. En lo posible deberían instalarse servicios de atraque para pequeños barcos de carga de altura. Hacía falta también mejorar la flota de barcos de transporte de ganado que atendía el comercio de Africa oriental/Península Arábiga. Ninguno de los buques empeñados por entonces en ese tráfico satisfacía las nuevas normas portuarias sauditas.
En los países árabes era necesario mejorar el mantenimiento del ganado de sacrificio importado durante su espera en los puertos y en las estaciones de los importadores. Se realizaban ensayos con forrajes de cultivo hidropónico para sustituir el heno importado a 200 dólares la tonelada de Australia. Sin embargo, es discutible la utilidad de invertir en recintos o cercados para depositar el ganado de tráfico en las varias intersecciones del canal de mercadeo. En Sudán y Somalia, la disponibilidad de pastizales y de mano de obra especializada, junto con la preferencia de los comerciantes de mantener las manadas bien separadas, han favorecido la posibilidad de llegar a acuerdos flexibles con la población local respecto al pastoreo y el suministro de forrajes. Sobre esta base se ha formado un complejo sistema tradicional de abastecimiento de ganado y carne.
En Somalia la distribución de fármacos veterinarios era deficiente debido al monopolio y la división de responsabilidades entre los distintos ministerios, como así también las comunicaciones entre los centros de exportación del norte, los importadores de la Península y el Gobierno en Mogadiscio. Las comunicaciones telefónicas entre Hargeisa, Berbera y Burau, el triángulo de tránsito y exportación del ganado, con un movimiento anual de unos 90 millones de dólares, solían ser muy difíciles. Se requerían de dos a tres días para que los télex y telegramas cursados llegaran desde esta zona al lugar de destino de las exportaciones, Jedda; se registraban retrasos análogos en las comunicaciones con las compañías navieras de ultramar y los barcos en navegación.
En el punto final de acopio la organización del mercadeo en Somalia ofrecía pocas objeciones. Los ganaderos nómadas eran convenientemente atendidos por los tratantes tradicionales. Este sistema reflejaba:
El margen entre el precio de compra en el campo y el precio en el punto de exportación pocas veces superaba el 10-15 por ciento. Había unos 150 exportadores de Somalia para un volumen total de comercio de 1,5 millones de cabezas de ovino y caprino. Su beneficio neto se cifraba en un 2,5 por ciento del volumen de ventas, con unos ingresos anuales medios del orden de 16 000 dólares. En el otro extremo, el de la importación, la crítica principal era el excesivo nivel de los precios al por mayor en Sana'a, Yemen-13 dólares por kg para las canales de reses recién sacrificadas.
En cada uno de los paises de producción de carne del Africa oriental se habían creado juntas estatales de mercadeo de carne y ganado. La Comisión Kenyana de la Carne ejercía el monopolio de las exportaciones de carne. Al reducirse la cifra de negocios, los gastos generales incidieron en tal proporción en los costos de explotación que obstaculizaron las exportaciones de carne de vaca de alta calidad. El Organismo de Fomento Ganadero de Somalia tenía una función de servicios y mercadeo. Al principio era un organismo de fomento, pero luego el Gobierno le asignó funciones comerciales para que contribuyera a:
En ambos aspectos, los resultados fueron desalentadores. Los ingresos del monopolio de mercadeo, que percibía el organismo en el sur del país, resultaron neutralizados por las pérdidas en los lugares donde tenía que competir. De resultas de todo ello, habían desaparecido por inanición sus actividades de servicios y desarrollo. La Corporación Sudanesa de Mercadeo del Ganado y la Carne explotó los mercados ganaderos provinciales, realizó actividades de desarrollo y asesoró sobre políticas. Había logrado impedir varias prohibiciones y tasas arbitrarias de las administraciones locales sobre operaciones de exportación.
Anteriormente los suministros internacionales de carne procedían casi por completo de empresas de producción comercial que utilizaban ganado mejorado de Australia, Nueva Zelandia y América Latina. Existían algunas actividades de elaboración en conservas en Africa; pero por lo general los problemas de organización y acceso a los mercados impedían a los paises en desarrollo las exportaciones de carnes. En las tierras de pastoreo estacional de Africa, liberadas de la mosca tsetsé, se habían formado grandes rebaños de ganado vacuno, ovino y caprino. Con el aumento de los precios de la carne y la apertura de nuevos mercados, esos animales se consideraron un recurso de potencial cada vez mayor. Para la mayoría de los paises con excedentes de ganado, las únicas exportaciones importantes consistían, sin embargo? en remesas de animales vivos a los países deficitarios vecinos, de ordinario mediante un comercio no contabilizado a través de fronteras interiores. Así es como pasaban anualmente de Níger a Nigeria en los años sesenta unas 200 000 reses.
Para gran parte de estos países, el ganado constituía uno de los principales recursos. Cuando el transporte aéreo les permitió llegar a mercados que antes les eran inaccesibles, sus gobiernos se preocuparon de aprovechar al máximo esa oportunidad. Se recabó ayuda para las obras necesarias de infraestructura y la organización comercial. Esos esfuerzos se encaminaron principalmente a ampliar los mercados vecinos más bien que los de América del Norte y Europa. Tales prioridades estaban determinadas por las distancias y la gran dificultad de cumplir los requisitos veterinarios de los países tradicionalmente importadores de carne.
Chad fue el primer país en desarrollo que recurrió en gran escala al transporte aéreo para tener acceso a buenos mercados de exportación. En Farcha, cerca del aeropuerto internacional de N'Djamena, se construyó un nuevo matadero. Un pequeño número de compañías locales enviaron comisionistas para comprar animales a los ganaderos. Se vallaron recintos provistos de agua, para tener el ganado cerca del matadero, convenientemente a mano para su sacrificio una vez organizado el transporte de la carne. Los cuartos de canal se exportaban entonces en las bodegas de carga de aviones de línea de pasajeros que cubrían ciudades africanas próximas como Douala, Libreville y Kinshasa. Estas ciudades, situadas en el cinturón costero de bosques húmedos, no disponían de suministros internos sustanciales debido al predominio de la mosca tsetsé. Por lo cual, este sistema parecía una solución eficaz a una situación problemática propiamente africana: como transportar carne desde la sabana, donde abundaba y era barata, a las ciudades de la costa, donde escaseaba y resultaba cara, con ventajas para ambas poblaciones.
Las remesas de exportación se componían en gran parte de cuartos traseros. Los cuartos delanteros, de menos valor, y los despojos se vendían, cuando era posible, en el mercado local. Al crecer la escala de operaciones, resultó económico fletar aviones de carga y organizar la carga de vuelta con bienes de consumo de poco peso y gran valor. En 1970, el volumen de las exportaciones de carne de vacuno alcanzó el nivel máximo de 14 000 toneladas.
No obstante los altos costos de transporte, los exportadores del Chad lograron crear mercados mediante entregas regulares y una calidad constante. Esto fue posible en tanto sus necesidades representaban sólo una pequeña parte del abastecimiento total. Sin embargo, la capacidad productiva de los pastizales del Chad no podía ampliarse fácilmente para responder a la demanda del mercado. Por otra parte, el Chad estaba especialmente expuesto a la sequía, que terminó haciendo su aparición. Aumentaron bruscamente los precios de compra. A los exportadores les quedaba un margen escaso para cubrir el transporte aéreo de la carne.
Lesotho es un país predominantemente montañoso rodeado por el territorio de la República de Sudáfrica. El ganado constituye su principal recurso. Tradicionalmente, a la República de Sudáfrica se han exportado cada año unas 15 000 reses, mayormente como animales para engorde antes de la matanza. De esta forma el valor añadido y los ingresos procedentes de la elaboración de los subproductos beneficiaban a las empresas del país vecino. El Gobierno de Lesotho opinaba que era necesario realizar un esfuerzo, justificado por razones generales de desarrollo, para obtener el mayor beneficio posible de este potencial. El matadero entonces existente en Masera era totalmente insuficiente. En 1972173 se importó carne por valor de 450 000 dólares para el comercio turístico y del sector de ingresos superiores. Resultaba evidente la necesidad de construir un nuevo matadero; si bien la cuestión era determinar sus proporciones.
Existía ya una recomendación para una instalación central en Masera con una capacidad semanal de 215 reses, 9 mataderos pequeños para servir a las necesidades locales y los mercados de acopio organizados sobre base regional. En ellos se habla previsto la venta de reses mediante subasta a intervalos periódicos. Se crearon 17 mercados, pero sólo tres o cuatro atrajeron suficientes compradores para justificar su continuación.
Otra propuesta consistía en un proyecto amplio dirigido a proporcionar una capacidad de matanza en Masera de 40 000 cabezas de ganado vacuno, 10 000 cerdos y 66 000 cabezas de ganado menor por año, y corrales para acabado de engorde en los que el ganado pasase de 80 a 90 días antes de ser sacrificado. Se intentaba abastecer a otras ciudades de Lesotho desde el nuevo matadero mediante camiones frigoríficos. El proyecto iba a ser administrado por la Compañía de Mercadeo Ganadero de Lesotho, en vías de creación. Se preveía la instalación de una planta para la elaboración de subproductos (sebo), y la construcción del matadero según los requisitos de higiene y de otro tipo de la Comunidad Económica Europea. El costo total de la inversión era del orden de 4 millones de dólares.
El análisis de esta propuesta señalaba tres puntos críticos respecto del mercadeo:
La capacidad prevista de 40 000 reses por año, más del doble de la producción total del país, se basaba en los presupuestos siguientes:
Desde luego, con una administración de pastos y prácticas zootécnicas mejores podría criarse más ganado en Lesotho, pero en los doce años precedentes no se habían registrado aumentos de producción. Para conseguir la saca prevista eran necesarios profundos cambios en la explotación de las tierras y considerable tiempo. Mediante controles podría ponerse freno a la mayor parte de las exportaciones de animales vivos y a la matanza local en las zonas urbanas y rurales de las tierras bajas. El costo del transporte de los animales vivos al matadero y de la carne de vuelta a las zonas rurales seguirían constituyendo, no obstante, un incentivo para la evasión.
Para las operaciones en gran escala de acabado de engorde en Lesotho se tropezaba con las siguientes dificultades: las superficies limitadas de tierras de pastoreo; el elevado precio de los piensos complementarios, vitaminas, etc.; la escasa eficiencia técnica de la cabaña actual; y la probable competencia de empresas sudafricanas de acabado ya establecidas.
Probablemente se asignaría a Lesotho un cupo limitado de importaciones a paises de la CEE. Sin embargo, su principal mercado de exportación estaría constituido por los consumidores de bajos ingresos de la cercana República de Sudáfrica. Esto dependería de que la carne de Lesotho fuera barata y su abastecimiento seguro. También se necesitarían mercados para los subproductos comestibles. Cuando se exportan los animales vivos, el valor de los despojos viene a sumarse al de los animales. Si el despojo obtuviese un precio inferior en Masera que en la República de Sudáfrica, constituiría una desventaja adicional.
Una oferta de crédito bilateral para la construcción del matadero contribuyó hasta cierto punto a que el gobierno no tomase en consideración la implicancia de los costos. Un problema a más largo plazo, lo constituía la necesidad de subvencionar las operaciones del matadero para que los productores tuvieran un incentivo para llevar su ganado. El Gobierno de Lesotho carecía de recursos para financiar esa subvención; y es probable que viera la instalación como una fuente eventual de ingresos que podía contribuir a los gastos públicos.
La recomendación fue que el Gobierno negociara con el donante bilateral la construcción de un matadero de capacidad y gastos de explotación menores.
La siguiente cuestión era resolver qué tipo de gestión daría al proyecto las mejores probabilidades de éxito. ¿Debía ser arrendado a una empresa transnacional con experiencia y mercados ya establecidos de exportación; ser explotado por una empresa sudafricana mediante un contrato de gestión, o ser administrado directamente por la Compañía de Mercadeo Ganadero de Lesotho con ayuda internacional? En 1981 un análisis determinó que:
El Gobierno prefirió la segunda opción, con una empresa que explotaba un matadero en Swazilandia. Se contempló la posibilidad de traer animales vivos de Sudáfrica para aprovechar la capacidad excedentaria inicial, y agregar una planta de conservas de carnes como salida para la carne de calidad inferior. Estas propuestas se basaban en un cupo de importación de la CEE, estimado en 3 000 toneladas de carne deshuesada de vaca, al amparo de la Convención de Lomé. Sin la colaboración sudafricana era probable que los suministros fuesen insuficientes para cubrir él cupo. El organismo de ayuda bilateral europeo frente a esto se desentendió del proyecto.
Entretanto, las parcelas de engorde consideradas anexas al matadero se habían convertido en otra cuestión de disputa. Eran necesarias si del ganado de Lesotho procedente de los pastizales de montaña se obtuviese carne para la venta en mercados rentables de exportación o al comercio destinado al turismo y a los consumidores de altos ingresos. El Banco Mundial había incluido un componente de parcelas de engorde en dos proyectos regionales de desarrollo, pero más tarde lo retiró ante las dificultades de gestión. La situación se subsanó con un proyecto sustitutivo de 5 millones de dólares, financiado por el Banco Africano del Desarrollo. Sin embargo, se estimó que las operaciones de acabado de engorde deberían consistir en instalaciones mucho menores, administradas por grupos de ganaderos, y un matadero explotado por la compañía.
El rechazo a las realidades prácticas de la preparación de la carne está bastante generalizado. Mientras son muchos, incluidos ganaderos y consumidores, los que se sienten inclinados a criticar al carnicero por su afán de lucro, son pocos los que están dispuestos a dedicarse a un negocio igual. Estos sentimientos van aún más lejos en varios países asiáticos. Los hindúes de observancia estricta son contrarios a quitar la vida bajo cualquier forma: mitad de la población de la India no come carne por creencias religiosas. Los budistas no quieren intervenir en matanzas ni ver sangre; sin embargo, la mayoría de ellos están dispuestos a disfrutar de comidas preparadas con carne siempre que algún otro las prepare.
Estas actitudes tienen repercusiones importantes en la explotación del ganado y el mercadeo de la carne y los servicios que se prestan al respecto.
En 1979, un estudio sobre mercadeo ganadero en Birmania puso de relieve diversas cuestiones. La manipulación del ganado destinado al sacrificio era a veces ruda y brutal. A las ovejas y cabras se las hacía brincar simultáneamente desde las cubiertas superior e inferior de los camiones, aplastándose unas contra otras y cayendo sobre el borde de la plataforma de carga. Se tiraban al suelo cestos de pollos. Al ganado vacuno se lo sacaba de los camiones sobre plataformas medio inclinadas y mal ensambladas, con un salto o caída de un metro. Con sus coyunturas y músculos rígidos tras un viaje largo y hacinados, los animales sufrían de esa forma magulladuras, torceduras y fracturas. Con unas simples rampas de carga/descarga, lo que supone una inversión de bajo costo, se evitaría gran parte de esos sufrimientos y pérdidas.
El sentimiento religioso se despierta fácilmente.
La participación de los consejos municipales en la industria ganadera de Birmania fue ante todo como receptores de impuestos. Los gustos de personal y mantenimiento de los servicios prestados (mataderos, puestos de mercado y mercados ganaderos) sólo absorbían una parte de esos ingresos. La mayor parte de lo recaudado se destinaba a cubrir entre el 10 y el 30 por ciento de las necesidades del pro-supuesto municipal. El resultado fue un reparto monopolista de beneficios entre los pocos concesionarios y el fisco municipal en los frecuentes casos en que el consejo ignoraba la necesidad de un aumento en el número de puestos de venta al por menor. Una consecuencia obvia fueron las matanzas y las ventas clandestinas de carne.
La aversión de los budistas a matar y a ver sangre llevó a miembros de las comunidades minoritarias musulmana, cristiana y étnica china a concentrar su atención en el mercadeo de ganado y carne. Esto no constituía un inconveniente, salvo en cuanto que el predominio de grupos comerciales muy vinculados étnicamente favorecía un comportamiento anticompetitivo y desde luego fomentaba la sospecha del mismo. En sus afanes por acabar con este dominio comercial étnico y aplicar una política gubernamental de rápida expansión de las actividades cooperativas, muchos municipios transfirieron las licencias de carniceros, que de ordinario combinaban los derechos de matanza y de venta de carne, a secciones de producción de carne creadas dentro de sus cooperativas municipales. Algunos exigían licencias privadas para ceder en bloque el comercio completo de un determinado animal de abasto (vacuno, porcino o caprino) y así proteger a la nueva empresa cooperativa contra los riesgos de la competencia.
Los monopolios cooperativos así creados abrieron el paso a abusos como sucede con cualquier monopolio, especialmente cuando cae en manos de administraciones más bien inexpertas.
El ganadero en Birmania recibirá del 65 al 66 por ciento del precio de la carne, al consumidor, más las ganancias resultantes de los subproductos en el caso de vacunos y ovinos, y el 70 por ciento en los cerdos. El margen de mercadeo global relativamente bajo se explica por la gran disponibilidad de mano de obra especializada y la colocación diaria, sin desperdicios ni gastos de almacenamiento, de toda la carne y de los subproductos. La mayor partida individual de gastos era la licencia de la carnicería.
Se formularon las siguientes recomendaciones de mejora:
En la India, el mercadeo de la leche ha sido objeto de primordial atención. Un programa en virtud del cual se retiraron de la ciudad los animales que abastecen de leche a la población de Bombay, y se comercializó la leche cooperativamente, se ha granjeado la admiración general. Se está ahora ampliando a otras zonas bajo la dirección de una Junta de Fomento Lechero establecida a nivel central.
En cambio, se ha hecho muy poco para mejorar el mercadeo ganadero. Los animales cambian de mano en las ferias que se celebran periódicamente. La falta de un sistema de mercadeo de ganado y carne más organizado refleja las inhibiciones de la mayoría de la población india hacia la matanza de animales en general y la del ganado vacuno en particular. Las restricciones legales que corresponden a estas inhibiciones crean grandes dificultades para un apoyo integrado a este respecto. Por lo demás, existe una buena disposición de las administraciones central y estatales a prestar asistencia al mercadeo del ganado y de la carne para mejorar la alimentación proteínica de la población y aumentar los ingresos de divisas procedentes de productos animales.
A mediados de los años sesenta, un organismo asesor internacional recibió una solicitud confidencial de un alto funcionario del Gobierno de la India. Se solicitaba una propuesta para resolver de forma rentable el problema del gran número de animales viejos existentes en el país, que consumían alimentos y no daban ningún beneficio económico. La propuesta en esencia recomendaba que se estableciera en Goa una planta de elaboración. Goa habla entrado recientemente a formar parte de la India, pero todavía seguía siendo muy diferente por lo que a comunicaciones se refería. La población era católica y no sentía aversión al sacrificio de esos animales. Los comisionistas de la empresa podían comprar en varias partes de la India, y los animales luego podían llevarse o transportarse a Goa a través de un canal ampliado sin demasiada publicidad respecto a su destino definitivo.
Los productos finales consistían en extractos de carne, carne en polvo, harina de huesos y cueros. Para operar dicha empresa se eligió una transnacional capaz de ofrecer salidas para la exportación. Como los ingresos serían en divisas valiosas, el proyecto ofrecía buenas perspectivas de viabilidad. El beneficio principal seria indirecto: la liberación de tierras y otros recursos para su utilización por ganado más joven y más productivo. El proyecto era interesante pero nunca se emprendió. Aumentó la oposición política interna al Gobierno. Las elecciones eran próximas, y un partido que utilizaba la vaca como su símbolo para las elecciones, no podía asumir ese riesgo.